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Monarquía: duelo de estilos entre Máxima y Letizia en un encuentro real

El encuentro entre los monarcas de España y Países Bajos excedió el aspecto diplomático. El detalle de los outfits, las joyas y los momentos más destacados de esta cumbre “royal”, donde el glamour, la elegancia y la diplomacia se fusionaron de manera magistral

Monarquía: duelo de estilos entre Máxima y Letizia en un encuentro real

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Virginia Blondeau
Virginia Blondeau

28 de Abril de 2024 | 03:55
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Aunque solo hayan pasado cuatro meses desde que levantamos la esperanzadora copa en Nochevieja, tenemos la certeza de que ya hemos sido testigos de la cumbre “royal” más importante del año y que pocos acontecimientos podrán opacarla.

Nos referimos a la visita de estado que tuvo lugar entre el 16 y el 18 de abril cuando una delegación oficial de España visitó los Países Bajos. En esta visita, suponemos, se habrán forjado lazos políticos, firmado importantes acuerdos comerciales y acordado acciones conjuntas para ambas sociedades pero… la mayor expectativa y lo que realmente llenó páginas y páginas fue el duelo de estilo entre las dos reinas más rutilantes de Europa y que fueron las protagonistas de la semana: Máxima y Letizia. Y ninguna de las dos nos ha defraudado.

Antes de ponernos a analizar sus outfits intentaremos responder que son y para qué sirven este tipo de encuentros. La visita de estado es una herramienta diplomática y se llama así porque quien invita es el jefe de estado del país anfitrión y, la delegación del país visitante está encabezada, también, por su jefe de estado. Esta figura principal puede ser un rey o un presidente, según el país sea república o monarquía, y es acompañada por una comitiva cuyos miembros son los que realmente “trabajan” cerrando acuerdos y negociando acciones futuras.

Estas visitas se preparan con meses de anticipación y suele tener más o menos el mismo esquema. Comienzan con una recepción, siguen con un homenaje a los héroes del país anfitrión, hay alguna reunión vespertina y, a la noche, una cena de gala. Al día siguiente ambos jefes de estado visitan áreas de gobierno, inauguran algún foro y por la noche, otra gala llamada de contraprestación en la que el país visitante es el anfitrión y mediante la cual agradecen la hospitalidad. El tercer y último día suele haber una visita a embajadas, reunión con las fuerzas vivas y alguna nota de color.

Los jefes de estado asisten con sus esposas de modo que ellas suelen mantener una agenda paralela en los actos de día como, por ejemplo, la visita a organizaciones de acción social o a manifestaciones culturales. Y sí… suena bastante machista pero la realidad es que son contadas con los dedos de las manos las mujeres a cargo de un estado. Hasta hace unos años eran las monarquías las que tenían más cantidad de jefas de estado pero con la muerte de Isabel II y la abdicación de Beatriz en los Países Bajos y de Margarita en Dinamarca, ya no hay reinas por derecho propio.

Hecha la salvedad de que estas visitas son comunes a todos los países en estado de derecho, diremos también que son mucho más rimbombantes cuando uno de ellos es una monarquía. Y ni hablar cuando una casa real visita a otra como ha sucedido la semana anterior entre España y los Países Bajos.

El protocolo suele ser más rígido, la cena de gala es de gala estricta, el interés que suscitan es mayor y, por lo tanto, la cobertura de prensa, más importante. Y mucho más cuando las consortes son dos mujeres que tienen cero seguidores en Instagram pero que, sin embargo, son las mayores influencer del momento.

Gestos, palabras y silencios. Tacones, maquillaje, peinado y atuendos. Todo es analizado (y criticado). Ellas lo saben y por eso cuidan cada detalle. Letizia y Máxima llevan sobre sus hombros siglos de historia. En sus cabezas, en sus cuellos, en sus pechos ostentan las joyas que antes llevaron otras mujeres que ocuparon su lugar con la suficiente dignidad como para que la monarquía que representan esté aún viva. A su vez deben poner su impronta porque también son el presente. Pero, lo más importante, es que no pueden tener fallos. Un gesto, una palabra de más en un discurso o unos centímetros de menos en una falda pueden poner en jaque el futuro de la monarquía. En este caso, el futuro de sus hijas quienes ¿serán? reinas algún día. Y por derecho propio.

Aunque hubo algunos actos el martes 16, el primer encuentro entre don Felipe y doña Letizia, reyes de España, con sus pares holandeses, Guillermo Alejandro y Máxima, tuvo lugar el 17 a la mañana en el Palacio Real.

Letizia fue de verde y Máxima de un rojo oscuro, casi bordó. Ambas espectaculares. No sabemos si se pusieron de acuerdo pero en ningún momento de la visita se eclipsaron sino más bien se equilibraron, cada una en su estilo.

Letizia estrenó un vestido de tweed midi con brillos casi imperceptibles, firmado por el español Moisés Nieto. Tres cosas llamaron la atención: las mangas acampanadas con abertura lateral que recordaron a los modelos que suele usar la exreina Beatriz, suegra de Máxima; el tocado, un complemento poco usado por la reina de España pero infaltable en la cabeza de la holandesa, y, por último, que sus tacones tenían apenas cinco centímetros. ¿Fueron casualidad los dos primeros detalles o un homenaje a las dos mujeres más relevantes del reino anfitrión? Lo de la altura de los tacos sí tiene una explicación y ya la conoceremos.

Máxima, por una vez, no estuvo tan máxima aunque sí, elegante. El conjunto bordó era de Natan Couture, su casa preferida para actos de día. Sombrero, guantes y zapatos conformaban un conjunto monocromático en donde solo la diferencia de texturas daba cierto juego. Mención especial merece la cartera, también en rojo oscuro, que otorgaba un toque divertido al outfit. Se trata de un clutch de Sarah´s Bag, una firma de moda libanesa. El modelo “chili red box” tiene la característica de llevar un pimiento de metal dorado como cierre. Está disponible en la web de la firma por 550 dólares.

Las joyas que acompañaban sus looks pertenecen, en ambos casos, al cofre real y ya habían sido lucidas por sus respectivas suegras. Letizia lució unos aros de esmeraldas de la reina Sofía y Máxima unos de brillantes de la década del 60 que ha modificado a su gusto y un broche con una libélula del que se desconoce su procedencia.

Es tiempo de que los lectores se pongan anteojos de sol porque por la noche, en la cena de gala, la profusión de brillantes que las reinas y princesas llevaron, los encandilarán.

Contra todo pronóstico Letizia coronó su cabeza con la tiara rusa que no se llama así por su procedencia sino porque su diseño está inspirado en los tocados rusos llamados kokoshnik . La histórica tiara perteneció a la reina María Cristina, tatarabuela del rey Felipe VI, quien la estrenó en 1906. Está confeccionada en platino, diamantes y perlas. Letizia lució también dos de las llamadas “joyas de pasar” a las que nos referimos en nuestra anterior entrega: los aros de chatones y el broche de dos perlas, una fija rodeada con diamantes y otra colgante.

Máxima no se quedó atrás. En su cabeza llevaba la tiara Estuardo en su versión más completa. Es tal vez la más importante en tamaño del joyero real y fue diseñada a fines del siglo XIX para la reina Emma, tatarabuela del rey Guillermo Alejandro, junto con un broche que también lució Máxima en su cintura.

Pero como si no fueran bastante los brillos, asistió también coronada la princesa Amalia, hija y heredera de los Orange. Era su primera cena de gala dentro del marco de una visita de estado y llevó la tiara conocida como “Pavo Real”. Prevalecen en ella los rubíes, fue encargada para la reina Guillermina a principios del siglo XX y suele estar reservada para las princesas más jóvenes. Lo complementó con collar a juego. Amalia, según dijo en un reportaje, ama las joyas y conoce a la perfección la historia de cada una de las piezas que tiene a su disposición.

Lamentablemente poco pudimos ver de los atuendos de las damas ya que no hubo desfile ni posado de pie porque a la reina Letizia se le había resentido un problema crónico en el pie que la obligó a hacer la foto oficial y el besamanos sentada. La reina Máxima optó por hacer causa común.

La reina Letizia sufre de neuroma de Morton, un engrosamiento del tejido alrededor de uno de los nervios de los dedos de los pies que causa dolor. Ya la habíamos visto con tacos bajos a la mañana pero a la noche no pudo resistirse a los 12 centímetros que suele usar y, finalmente, no pudo estar parada.

Por lo que pudimos ver, doña Letizia estrenó un vestido de seda azul cobalto, muy sencillo pero con una falda amplísima. Pertenece a la firma española The 2nd Skin Co. Ojalá lo repita pronto así lo vemos en todo su esplendor.

Máxima estrenó un vestido celeste de gasa, con tablas en el top y un escote estilo Bardot que dejaba ver sus hombros. La princesa Amalia siguió con los azules luciendo un vestido de Marchesa, con pronunciado escote en V y capa de tul.

En los actos de la mañana siguiente la sinfonía de las reinas fue en la gama de los colorados: una extraña combinación de fucsia y rojo tomate para Letizia y un rosado para Máxima. Hubo que esperar hasta la tardecita para verlas brillar de nuevo en la gala de contraprestación que no fue ni una cena ni un concierto sino una inauguración de una muestra de obras de arte.

No sabemos si ya estaba previsto que así fuera o la dolencia de la reina de España acortó la agenda pero fue, este último, un acto demasiado sencillo. A Letizia se la vio con una voluntad de hierro pero sin poder ocultar lo dolorida que estaba. Así y todo le puso la mejor de las ondas y apareció con un vestido que era una obra de arte y que, además, estaba diseñado por Mohamed Benchellal, un marroquí afincado en los Países Bajos. Todo un detalle. El vestido era azul, con una sobretela que envolvía el cuerpo y finalizaba como chal. Muy escultórico y Letizia lo lució de maravilla. Máxima no se quedó atrás en cuanto a cantidad de telas y, aunque el vestido escamado se ajustaba a su figura, tenía, fiel a su estilo exagerado, un enorme moño como agregado.

Esta visita de estado no solo demostró la fuerza de estas dos reinas consortes, orgullo de sus maridos aunque muchas veces los releguen a un segundo plano, sino también la gran amistad entre ambas casas reales. El rey de los Países Bajos aprovechó la visita para, en uno de sus discursos, develar que Madrid había sido el destino donde la princesa de Orange, Amalia, había vivido el último año luego de las amenazas de muerte recibidas en su país. Guillermo Alejandro agradeció a los reyes de España los buenos oficios para que su hija estuviera segura y pasara desapercibida.

La primavera boreal es, quizás, la temporada alta en cuanto a visitas de estado y otros actos que involucran a reyes y reinas. De hecho en estas semanas hubo más visitas entre las monarquías de Europa, entregas de premios y otros actos con fines sociales y culturales. Los próximos encuentros con nuestros lectores los tendrán, como siempre, de protagonistas para seguir analizando anécdotas y estilismos.

 

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